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EL LARGO PROCESO

Foto del escritor: Blue Blue

Estoy en proceso.

Recuerdo con melancolía esas noches, en las mis amigos eran mis cuatro paredes, mi taza de té y mi cajetilla de cigarros. Recuerdo con melancolía el dolor, el sonido del viento y de mi llanto; no poder respirar, con ese hoyo enorme en el estómago y esa presión indescriptible en el pecho. Recuerdo que odiaba mi soledad, pero también odiaba la compañía. Sentía frío, a pesar de estar enterrada en sábanas y con la calefacción encendida; era mi manera de esconderme y protegerme a mí misma del daño que otros me hicieron y que podían llegar a hacerme de nuevo. Esas noches melancólicas formaba muros y me ahogaba en pozos, llenos de mis propias lágrimas; oía mi corazón romperse en mil pedazos, volverse polvo y luego regenerarse en una piedra, sólida y fría.

La semana pasada les conté acerca de mi experiencia con la depresión y algo que se me olvidó escribir es cómo cambié. Tenía dos polos opuestos de Adrianas, la triste y la de siempre. La triste estaba enojada siempre, se aislaba, no le gustaba salir, era tímida y reservada, socialmente incómoda y la de siempre era todo lo contrario.

Últimamente me han dicho que soy chistosa, que soy divertida, que me han escuchado hacer más bromas, hablar más y reírme más, y eso me puso muy feliz porque sé que estoy en proceso de recuperarme a mí misma; a la Adriana de siempre. He sentido el cambio y cómo he mejorado. El 2018 fue un año llenísimo de crecimiento personal y no espero nada más que eso del 2019 y lo estoy viendo, justo enfrente de mí: la oportunidad de cambio. No es fácil, no es de un día para otro, no es de ver qué pasa y dejarlo al destino o a fuerzas divinas; es de tomar el momento y empezar. Trabajar en uno, exteriorizar, amarse a uno mismo. Ese es uno de mis retos más grandes: recuperar el amor que me tenía a mí misma antes del caos. Recordar lo bueno de mí, consentirme, cuidarme, quererme, abrazarme si lo necesito, aceptar el cambio y no esperar absolutamente nada de nadie, excepto de mí; abrir mi corazón a las personas y a las nuevas experiencias, escuchar lo que YO tengo que decir, porque por mucho tiempo me callé a mi misma y se me olvidó por completo cómo escucharme. Es un proceso largo y difícil. He pasado años tratando de lograr recuperarme por completo y al fin siento que lo estoy logrando. Elijo mejor a las personas que dejo entrar en mi vida, elijo mejor mi comidas, mis bebidas, las medicinas que tomo, qué hago en mi día... me esfuerzo por hacer cosas que me hacen sentir bien y evito a toda costa el dolor y el aburrimiento. No sé cómo explicarles lo bien que se siente reencontrarse con uno mismo.

Recuperarme es un reto, algo sumamente difícil; porque en todo el tiempo que pasé mal, empecé a confundir quién era realmente yo y cuáles eran mis síntomas.

Y estoy en proceso. Hay cosas que tengo que aprender y hay cosas que tengo que reprogramar. Hay cosas que soy y que no quiero ser y cosas que aún no soy y que sí quiero llegar a ser. Hay cosas que soy y aún no sé, pero estoy buscando saber.

Estoy en construcción después de pasar muchos años en constantes demoliciones.


 
 
 

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