Tenía ya mi segunda entrada lista para esta semana, pero después de lo sucedido el domingo, decidí no hacerla. Unos días después, decidí escribirla de nuevo, pero de un diferente tema porque hay algo que quiero expresar más que nada en este momento: mi dolor y orgullo por Guatemala.
Tengo un sinfín de sentimientos encontrados.

Si tienen la posibilidad de leer esto, están bajo un techo y rodeados de las personas que aman, agradézcanlo, porque lo tienen todo; pero no solo eso: accionen. ¿A qué me refiero? Que esa gratitud nos haga querer ayudar a los que hoy no tienen la misma oportunidad. Guatemala está en crisis, hay una emergencia nacional. Necesita de todas las personas que tengan la posibilidad de ayudar, de dar. Que esta vez, este problema no quede solo en las redes sociales; que esta vez, no quede en el olvido. Necesitamos empezar a tener memoria histórica, dejar de tomar malas decisiones como pueblo, porque el problema no empezó el domingo, el problema empezó muchísimo antes. Tenemos un gobierno que no nos ayuda, no nos apoya y tampoco nos escucha. Tenemos un gobierno que nos da la espalda. Ojalá Guatemala tuviera presidente. Somos como los hijos a los que sus padres han abandonado, pero no estamos solos: nos tenemos a nosotros, nuestros hermanos guatemaltecos. Es algo tan conmovedor ver a personas de todas partes de Guatemala organizándose para ayudar, ver a gente publicando información de lo que se necesita, de la ubicación de los centros de acopio; personas publicando que se necesitan voluntarios y otras respondiendo a estos llamados. Somos como un hormiguero: aparentemente desordenado, pero en necesidad, nos apoyamos entre todos. No tenemos gobierno, pero tenemos pueblo. ¿Soy la única que piensa que somos mucho pueblo para este gobierno? No dejemos que el humo del volcán nos deje ciegos; abramos los ojos. Dejemos de ocultar los problemas, afrontémoslos como el pueblo fuerte que somos, porque Guate no es mala.
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